Monday, November 13, 2006


Encontré algo que me resultó interesante en todo este asunto del diálogo y las prácticas cotidianas, la antropología, la academia...
O produces o platicas.
Gabriel Zaid


Vivimos habitados por la nostalgia de una edad dorada en la que el trabajo y el juego eran una misma cosa. Gabriel Zaid medita sobre la disyuntiva entre el placer y la producción. De paso, celebra la felicidad secreta que implica escribir: conversar.
Cuando las manos y los ojos se concentran en lo que están haciendo, no se puede producir y platicar. Hasta en los trabajos que pueden ser atendidos de manera un tanto mecánica, aprovechando para conversar, la atención dividida puede terminar mal. Esto no cambia cuando se trabaja con la boca. Un psicoanalista que habla con su paciente, un experto que explica el uso de un aparato, un vendedor que trata de convencer, los aspirantes de todo tipo que van a desayunos, comidas y cenas en campañas de relaciones públicas y conversan sin parar, cuidando la boca, viven la misma disyuntiva. Si se dejan llevar por el ánimo platicador, en vez de concentrarse en lo que quieren producir, pueden tener un accidente fatal, producir algo indeseable o, simplemente, haber perdido el tiempo. La disyuntiva encarna en dos hermanas bíblicas, Marta y María, que reciben a Jesús en su casa (Lucas 10, 38-42). Marta se dedica a atenderlo y María a escucharlo, hasta que Marta se impacienta: ¿Te parece bien que me deje todo el trabajo? Dile que me ayude. La respuesta ha servido para legitimar la vida contemplativa: Marta, Marta, te ocupas y preocupas de mil cosas, pero una sola es necesaria, la que tu hermana prefirió. Unas páginas después (Lucas 12, 24), Jesús pone como ejemplo de perfección, no al labriego que se gana el pan con el sudor de su frente, sino a los cuervos que aprovechan su trabajo: Fíjate en los cuervos, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan para el día de mañana, pero Dios les da de comer. Una sola cosa es necesaria: la fiesta, no los preparativos para la fiesta. O sea que todos debemos olvidar las necesidades prácticas. O que algunos tienen derecho a hacerlo, aprovechando la mesa puesta por los otros. O que (no se sabe cómo) las mil cosas pueden ser atendidas sin desviar la atención de la única importante, como en El festín de Babette, donde la fiesta empieza por los preparativos de Marta, no por los cuervos que se sientan a la mesa. Platicar es mejor que producir, a menos que producir (no se sabe cómo) sea la fiesta. Siglos antes, otros hermanos, Hesíodo y Perses, llevan a tribunales su disputa por tierras heredadas. Perses compra a los jueces, según Hesíodo, que le dedica un poema educativo (Los trabajos y los días) para decirle “unas cuantas verdades” sobre la vida rapaz, la envidia, los pleitos, la injusticia; y hacerle ver que la forma decente de prosperar es el trabajo. Le recuerda la Edad de Oro, cuando no hacía falta trabajar; y el castigo divino, porque se desataron la ambición de Prometeo y la curiosidad de Pandora. Acepta que el trabajo es una degradación, frente a la Edad de Oro, pero estamos en la Edad de Hierro. Lo que ahora degrada, no es el trabajo, sino la ociosidad. En el Carmides de Platón, Critias se refiere a este punto: Hesíodo afirma que ningún trabajo degrada, porque no se refiere a cualquier tipo de trabajo, sino a la producción de algo valioso. Sócrates rechaza los distingos entre ergasías (trabajo), poiesis (producción o creación) y praxis (acción), porque no vienen al caso para lo que está diciendo. Paul Vicaire (Recherches sur les mots désignant la poésie et le poète dans l’oeuvre de Platon) cita la discusión y destaca las equivalencias entre poiesis, praxis y ergasías. Según Calvert Watkins (The American Heritage dictionary of Indo-European roots), esta vecindad se remonta a los orígenes: poiesis viene de kwei (to pile up, build, make), praxis de prak (to make, do) y ergasías de werg (to do). Todavía hoy, producir, crear, construir, hacer, actuar, obrar, trabajar y otras palabras vecinas pueden usarse indistintamente en muchos casos, aunque no en todos. Es de suponerse que los distingos fueron apareciendo con los cambios sociales. Hubo un tiempo prehistórico (la Edad de Oro, el Paraíso) anterior al progreso del fuego domesticado en la cocina, anterior al progreso de la vegetación domesticada en la agricultura. En aquel tiempo, no había división del trabajo; no había realmente trabajo, porque la recolección de frutos silvestres era como una fiesta: ver algo apetitoso y comérselo. No era posible distinguir entre Marta y María, entre los campesinos y los cuervos. Después, la ambición y la curiosidad (el fuego robado a los dioses, la caja de Pandora, el árbol del saber que es la agricultura) desatan el progreso, pero también la necesidad, la vida mediatizada: es necesario hacer esto para conseguir aquello; no, simplemente, porque se nos ocurre y nos divierte. Así aparecen el trabajo, la división del trabajo, la diferenciación cada vez mayor de actividades, tareas, papeles, funciones y personas. Así aparece la nostalgia del paraíso. Después de la Caída en el progreso, en la ambición sin límites de la Edad de Hierro, hasta el juego se vuelve un simulacro de trabajo. Los juegos tienen reglas, división de papeles y tareas, jerarquización, objetivos. Hay que hacer esto para conseguir aquello. La diferencia con el trabajo de verdad está en que los juegos no sirven para nada. (Para simplificar, dejemos aparte los trabajos que, de hecho, no sirven para nada, aunque se tomen en serio; así como los juegos que, de hecho, son un modus vivendi.) El juego es un remedo de la necesidad (objetivos, recursos, restricciones, ambición, trampas, éxito y fracaso) felizmente desconectado de la necesidad. (Dejemos aparte el vicio del juego que se vuelve necesidad.) Es como el ejercicio ocioso de los animales que se atacan, pero no en serio; o atrapan algo que no necesitan. Por eso, cuando se tiene la fortuna de ser feliz produciendo, de transformar la necesidad en libertad, los juegos son una distracción indeseable. En el paraíso, no hay nostalgia del paraíso. La nostalgia puede llevar a los paraísos artificiales, al desmadre que Bajtín llama inversión carnavalesca o a construir un mundo disciplinado y vacuo: el juego, como distracción de la seriedad. Johan Huizinga (Homo ludens) lo define así: El juego es una acción u ocupación libre, que se desarrolla dentro de unos límites temporales y espaciales determinados, según reglas absolutamente obligatorias, aunque libremente aceptadas, acción que tiene su fin en sí misma y va acompañada de un sentimiento de tensión y alegría, y de la conciencia de “ser de otro modo” que en la vida corriente. Con este grado de abstracción, puede observarse la afinidad profunda entre el juego, la fiesta y la conversación. Es una afinidad que se remonta al paraíso: el momento prehistórico anterior a la institución del trabajo. Según Marshall Sahlins (Stoneage Economics), las tribus recolectoras (que, en el siglo xx, todavía habitaban algunas zonas de Australia) no trabajan: conversan, mientras andan de shopping por la naturaleza; no trabajan: juegan, mientras andan de cacería o de pesca. Vivir así es “ser de otro modo”, pero como forma normal de ser; en la vida corriente, no como pausa, distracción o suspensión de la vida corriente. El paraíso es la vida activa y contemplativa al mismo tiempo. No excluye o suspende los imperativos de la necesidad, sino que los cumple en el juego, la creación, la comunión, la libertad. El paraíso es la conversación productiva, pero no en el sentido mediatizado de los que trabajan con la boca para lograr tal o cual cosa; sino en el sentido creador de producirse a sí mismos en la conversación, sin fines ulteriores. Platicar es practicar el ser: manifestarlo, convivir, producirse unos a otros, producirse a sí mismos. Según el diccionario de la Real Academia, producirse “es explicarse, darse a entender por medio de la palabra”. Platicar viene de praxis. Según Corominas (Diccionario crítico etimológico), plática es una variante de práctica, y al principio quería decir lo mismo. Ambas voces derivan del latín tardío, donde practica llegó a incluir la acepción de ‘familiaridad’ y practicare la de ‘conversar’. Es decir: el significado primario (familiaridad y trato con las cosas; conocimiento directo, no teórico, sino en la práctica) se extendió para incluir la familiaridad y trato con las personas. Por eso, en francés, pratiquer incluye la acepción de frecuentar, según Le Grand Robert: “Para conocer a los hombres, hay que practicarlos” (Stendhal). Y en italiano, según el diccionario de Zingarelli, se dice “Dime con quién practicas y te diré quién eres”: “Dime con quién platicas y te diré quién eres”. “Dime a quién frecuentas y te diré quién eres”. Tener dos palabras para decir lo mismo condujo a diferenciarlas, desde el siglo xv. Todavía en el Quijote, hay cierto titubeo. Según la base de datos del Instituto Cervantes, práctica aparece una sola vez en el Quijote (“práctica de las armas”) con el significado actual, pero plática (“poner en plática”) aparece tres como equivalente. A pesar de lo cual, Cervantes usa plática (87 veces) y platicar (tres) como equivalentes a conversación (que también usa, catorce veces) y conversar (una sola vez). Es decir, en el Quijote, se usan dos palabras distintas (práctica y plática) para el mismo significado (‘práctica’), y una sola palabra (plática) para dos significados (‘práctica’ y ‘conversación’). En los países católicos, que prefieren las fiestas a la llamada ética del trabajo, se dice en broma, pero con razón: Qué tan malo no será el trabajo que Dios lo puso de castigo. De la Caída en el trabajo, viene la oposición entre producir y platicar, entre poiesis y praxis, entre la poesía y la práctica, que vivimos en esta Edad de Hierro. Lo ideal, por supuesto, es superar esa oposición: ser felices produciendo. Quizá en esto pensaba Baudelaire cuando dijo que el progreso no es la máquina de vapor, sino “la disminución de las huellas del pecado original” (Mon coeur mis à nu). Leo lo que acabo de escribir. Me quedo pensando (escribo mentalmente). Me levanto a verificar una ocurrencia que me anima muchísimo. Vuelvo a escribir, y la felicidad de unas palabras me alegra como si estuviera preparando una fiesta en la cocina. Me interrumpen. Me rechina el alma. Hay algo culpable, un pecado original, en apartarse de la conversación para producir. Pero estamos en la Edad de Hierro. O produces o platicas. Nostalgia del paraíso: producir (producirme, producirnos) platicando, sin necesidad de más. ~




en http://www.letraslibres.com/index.php?num=87&rev=1

Sunday, November 05, 2006

Natura, cultura, otredad, ¿“simple”conflicto o coexistente contradicción?

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“La ecología política busca su identidad teórica y política en un mundo en mutación, en el que las concepciones y conceptos que hasta ahora orientaron la inteligibilidad del mundo y la acción práctica paracen desvanecerse del campo del lenguaje significativo.”[1]

La noción de Naturaleza me parece sí, un asunto del lenguaje, lógico y epistemológico, de la ciencia general en discusión, pero me parece también que es el contenido y el uso que le damos en nuestros discuros, referencias y sobre todo acciones locales y personales en los que radica la problemática, desde ahí me refiero: si bien es cierto que en las lenguas indígenas que conozco no hay una noción semejante y más bien las existentes son de interdependencia con la tierra, el agua, un árbol, una planta, animal y/o conjunto de ell@s con las personas y con sus actividades en un territorio específico, olvidamos que en la infancia nos acercamos a ella en un sentido relativametne similar, lúdicamente es cierto también pero en constante exploración y con un poco de admiración y miedo, de manera semejante en la que los indígenas comprenden un árbol, una cueva, una garza o una nube, lo que hace la diferencia es que tal concepcipon simbólica permanece en las dimensiones del espacio y del tiempo y se vuelve “sagrada” elementos que no sólo permean sino que cultivan su cultura y la conservan, procurando dichas dimensiones en su especificidad, la tierra. Sin embargo, mientras que las discusiones globalistas se centran en “..los temas relativos a la ecologizacipon del orden económico, de usos de recuros, el marco jurídico, la normatividad ecológica internacional, la organización del movimiento ecologista, los contenidos curriculares, programas educativos y prácticas pedagógicas.”[2] Y Leff plantea su réplica y recuperación de esa noción simbólica y de reterritorialización, así como los medios por los que sería viable una decosntrucción de la racionalidad(participación, autonomía, defensa y resistencia) habiendo por un lado, mujeres y hombres en Matapuquio danzando por la lluvia de octubre y la fertilidad de la tierra[3] pero también tirando basura en las calles y consumiendo refrescos y papas en alumninio, escasez de agua y dificultad en su acceso, cobro gubernamental del agua y permisos para que las compañias no paguen el uso exacerbado del líquido vital, desbordamientos de ríos o sunamis, industria y turismo no regulado, mareas rojas y erupciones, deforestación, erosión en el suelo y plomo en el aire, tabaquismo y manía de alcohol, nuestras prácticas cotidianas siguen reproduciendo estos efectos, somos contradictorios e incongruentes con respecto a nuestras críticas y réplicas discursivas y la cotidianeidad, el problema, según Leff, al parecer ya no es de los indígenas quienes han aprendido a conservar y cuidar su territorio y lo que hay en él, los organismos con los que coexisten y de los que necesitan: no estoy de acuerdo, hablar de generalidades es peligroso, no todos los indígenas tienen ese saber ambiental, ni una resistencia explícita o silenciosa (esencialismo), así como no todos los no indígenas tienen, tenemos racionalidad simplista y económica(estereotipo) cambiamos, todo el tiempo se conforman subjetividades y sentidos de las cosas: El problema es la ignorancia ambiental y no el saber como paradigma o prescripción, ignorancia que es en cada uno, y aquél que la ha trascendido no se esfuerza por compartir las luces que el mundo le ha traducido en sabiduría, no creo que pueda haber conocimeinto si primero uno no se reconoce ignorante, contradictorio, falaz. La deconstrucción de nociones, me parece, es una propuesta bien intencionada, fundamentada, viable y crítica, pero no por eso accesible a esa demos cratos planteada en el texto, menos aún a corto plazo, tal vez sea hora de empezar a cambiar las prácticas antes de cambiar los discursos ¿no les aprece?
“La construcción de la racionalidad ambiental implica pues deconstruir y reconstruir el pensamiento occidental”[4] dice el autor, ¿por qué ocuparnos por esa cultura-aún sabiendo que nos ha definido e in-formado-, teniendo pendientes más inmediatos, la cultura nuestra y de mayor relevancia, nuestra conducta personal? Eso que olvidamos y que es simbólico, coincido con Leff es necesario recuperar y asumir como un hecho, tal vez sea el primer paso, reconocer el error ante lo que aparentemente no somos y sobre lo que quisieramos tener control: la Naturaleza(lo otro que no es cultura, para los que encuentran una oposición entre o humano y el mundo) quien estuvo, o mejor dicho quienes existieron primero, por que lo abstracto se concretiza en una pluralidad de organismos, todos emergimos de ell@s y sobrevivimos por ell@s, esa “voluntad” personal, antes de ser colectiva, participativa, ética, equitativa y autonómicamente política, pienso puede ser conciente primero, autocrítica y compartida(difundida y discutida) nombrar distinto o cambiar de “paradigma” no es comprender, ni ejercer, mucho menos actuar con consecuencia…

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“La identidad es algo que se negocia en términos culturales, económicos y políticos, por un lado se concibe como enraizada en en una serie prácticas culturales compartidas, como una especie de ser colectivo, por otro, la identidad también se ve en términos de las diferencias, creadas por la historia, , esta visión enfatiza tanto el ser como el llegar a ser, implica posicionamiento más que esencias, discontinuidades al mismo tiempo que continuidades.”(Escobar 1999: 188-1889)[5]

El acontecer jerárquico es uno de los resultados de la tendencia a la racionalización de las actividades y se hace bajo un comando, una organización, un estatuto de poder que tiende a concentrarlos: el capitalismo, el colonialismo, el patriarcado en la relación entre sociedad, género y espacio (territorio) desde el punto de vista de l@s actor@s, se vuelve problemático pues la construcción de las identidades, de los derechos e inclusive de los grupos sociales se ubica en una doble dimensión(la clasista y la“revolucionaria”), no obstante, tal maniqueísmo, me parece, no ha sabido reformular el papel femenino que desde su trinchera puede inclusive, continuar reproduciendo vicios e inequidaddes. “El otro no es como una alteridad relativa, como en una comparación, las especies, aunque sean últimas, se excluyen recíprocamente, pero se sitúan en la comunidad de un género, se exluyen por su definición, pero se acercan recíprocamente por esta exlusión a través de la comunidad de su género.”(Levinás, 1993: 287)[6] Las mujeres en su diversidad se vuelven las otras, las otras formas de entender la naturaleza y de simbolizarla, de establecer relaciones y entre las que en algunos casos hay más conflictos que alianzas frente a un enemigo común, que no, no es, son los hombres, sino la ideología machista, patriarcal, excluyente y sumisiva, frente a la violencia y el poder de la negación de los sentidos y las comosmovisiones que no priorizan la razón y dan paso a la sensibilidad y del deseo en la génesis de la subjetividad, y no por ello carecemos de razón e inteligencia.
“El ecofeminismo se debate entre la visión esencialista de la mujer vinculada a la naturaleza por sus condiciones “naturales” y la visión construcivista que indaga los procesos sociales que han llevado a codificar y jerarquizar las relaciones de género con al naturaleza. La política de la diferencia indaga lo propio del género, de la división de los sexos en su relación con el pensamiento y las construcción de la realidad...”[7] para ello considero un paso previo que podría traducirse en anális de la semejanza, para descubrir en qué nos hemos convertido y qué esquemas hemos copiado y seguimos reproduciendo de ese sistema patriarcal, exluyente, etc… de lo masculino determinada y herméticamente racional, negado a nuestras facultades y posibilidades, a nuestro deseo, sensibilidad y voluntad, dicho análisis podría hacernos caer en cuenta que estamos negando nuestra propia identidad y por tanto la alternativa de compartirla con lo otro que si bien se ha esmerado en negarnos (a veces, la mayoría) no podemos cometer el mismo error también. Ser en el mundo finalmente no se reduce a lo genérico pero se significa por él en relación a lo que uno es y deviene en identidad y alteridad, “..lo que me parece importante en esta noción de lo femenino no es únicamente lo incognoscible, sino cierto modo del ser que consiste en hurtarse a la luz (…) Todo su poder consiste en us alteridad.(Levinás, 1993: 292)

[1] Leff, E., El movimiento ambiental por la reapropiación social de la natuaraleza: seringueiros, zapatistas, afrodescendientes y pueblos indígenas de América Latina, en Racionalidad ambiental, S. XXI, 2004. p. 292
[2] Ibid.p. 233
[3] Cfr.Lund Skar S., Mujeres andinas y el concepto de espacio/tiempo en Mujer y Espacio lugar de reglas y mapas sociales, Cruces culturales perspectivas sobre la mujer vol. 5, BERG Oxoford/Providence, 1993. La situación particular de la mujer en el espacio es una interrogante central en el libro, en este caso, con respecto a las ideolgías culturales acerca de la diferenciación sexual y mas áun sobre una más generalizada visión del mundo(cosmovisión), se plantea el caso de una comunidad indígena sudamericana y se intenta explicar como las actividades de las mujeres y hombres en un espacio físico dado son integradas en un proceso de apropiación territorial con y en una expresión de algo mucho más trascedental, sagrado. El ínteres específico es saber cuáles de las nuevas y drásticas transformaciones en el lugar fueron cambiando la posición de las mujeres(y por tanto de los varones) en la sociedad peruana Quechua, así como el aislamiento de factores que son cruciales en cada proceso de cambio; la autora trata de comprender como los Runa (como se llaman a sí mismos los Quechua de Matapuquio) ven a las mujeres dentro de su propia cultura, definen su estatus social, ritual y rol laboral dentro de la comunidad y particularmente dentro de la casa, considerando los perímetros de su existencia diaria.
[4] Leff, Op. cit. p. 242.
[5] Ibid. p. 454
[6] Ibid.p.
[7] Ibid. p. 290